miércoles, 26 de julio de 2017

La vista atrás

Apuro los minutos que quedan antes que Ana asome la cabeza por la puerta, revisando todos esos papelajos que voy amontonando en la mesita pequeña que hay al lado del salón.
Es una mesa que yo llamo de descarga, donde acaban las cartas sin abrir, el bolso y a veces hasta el paraguas.
Mientras ojeo la maldita publicidad llena de cursos, artefactos varios que van a salvar tu vida, maquillajes y cremas milagrosas, me doy cuenta de la cantidad de acciones que se quedaron a medias en mi vida.
Las odiosas clases de ese curso de inglés que empecé con toda la ilusión del mundo y que allá por la quinta sesión y después de tener claro como se decían: mesa, puerta, buenos días y ventana dí por concluido, no sin antes tener asumido que el inglés no formaría nunca parte de mi vida.
La salsa, baile que amo con devoción y que es como un amante infiel, entra y sale de mi vida a temporadas.
Amigos a los que por una u otra causa dejé en el olvido y a los que después de tantos años he reencontrado en las páginas del face. Para que después digan que internet no sirve para nada.
El segundo curso de lengua de signos, preciosa forma de entenderse con personas sordas y que después de terminar el primero y no practicarlo, caes es la cuenta de que todos esos signos se borran de tu cabeza de un plumazo.
A medias se quedan también las dietas y la mayoría de las veces el uso diario de la crema anticelulítica y la hidratante...
Los libros que en su descanso reposan sobre la mesita de noche o la estantería, libros sin desvirgar con ese olor tan característico de libro nuevo y que acompañan a otros congéneres que ya he empezado pero que soy incapaz de terminar.
Peleas dialécticas que por cansancio, hastío o simplemente por salvaguardar las formas terminé antes incluso de que comenzaran.
Estoy segura que cientos de cosas se quedan en el tintero, pero que como los cigarrillos a medias también formarán parte de mi vida.


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