lunes, 8 de mayo de 2017

Ana y la felicidad

-¿Sabes Mer?
- Dime preciosa
- A veces creo que la felicidad se escapa de nuestras manos sin que podamos hacer nada, por mucho que  lo intentemos.
Es como el agua del océano, entras , te dejas absorber por el frescor y la sensación de estar mecido por las olas, pero intentas atrapar el líquido y siempre se desliza por entre los dedos.
-Bonita metáfora Ana, ¡estás que te sales!, pero explícame a que viene esta alegoría sobre la felicidad.
¿No eres feliz?¿ necesitas  que nos premiemos con unas vacaciones a cualquier isla paradisiaca para tostarnos al solecito y que unos maromos potentes nos sirvan margaritas y mojitos a discreción?.
-No creo en la felicidad absoluta aunque la visión de maromos sirviendo cócteles me apetece un montón.... Creo en pequeños momentos y situaciones felices que van llenando poco a poco nuestro baúl , pero es como si el arca estuviera llena de grandes agujeros y nunca tuviera bastante.
-Ana, la felicidad es una sensación química. Échale la culpa a la serotonina, a las endorfinas y a la dopamina corazón. 
-¡Putas hormonas!
-Yo intento sustituirlo todo por chocolate y oye, no me va mal jajaj
-Mer, en ocasiones me das miedo, parece que ni sientes ni padeces.
-No Ana, no te equivoques, intento protegerme porque duele menos, ya tengo el nivel de sufrimiento controlado y me niego a sobrepasarlo. ¿Quieres hacerme feliz?, vámonos al teatro....
-¿Recuerdas la historia que leímos la semana pasada sobre la felicidad?.
-¿La del alquimista?.
-Si Mer- me dice mientras la veo abrir y cerrar cajones de la mesa de su despacho, buscar en las estanterías y mover mil y un papeles hasta que la oigo exclamar- ¡Aquí está!- y empieza a leer en voz alta.
El alquimista buscaba entre todas sus fórmulas. Mil y una pipetas llenas de viscosos líquidos, botellas de colores, polvos de diferentes texturas.
El sudor le resbalaba insolente por la frente hasta detenerse en su grandes y espesas cejas.
Según los sabios,los alquimistas buscaban descubrir el elixir de la eterna juventud, pero esto era mucho más difícil, mucho más complicado.
Llevaba meses intentándolo pero todos sus avances había fallado.
Todas sus pruebas, sus noches sin dormir, días que se juntaban sin una pausa para tomar alimento.
Desesperado golpeó con furia la mesa y el recipiente de cristal en el que había estado trabajando,se rompió en mil pedazos junto a sus ilusiones.
Repasó uno a uno los ingredientes mentalmente,empatía, un mucho de amor, lágrimas, esfuerzo diario, paz, sonrisas a montones, igualdad,carencia de orgullo, mucho sentido común, amistad, besos y millones de abrazos.
Tenía todos los productos....
¿Porqué no conseguía llevarlo a buen puerto?, se dijo mientras maldecía entre dientes.
Pensó que era la fórmula más difícil de conseguir y aunque nada se le resistía, comprendió que era imposible elaborar el remedio de la infelicidad.
Ana dejó el papel sobre la mesita del salón, al lado del Vogue americano y se sentó a mi lado en el sofá con aire derrotado.
-Mer , si un hechicero es incapaz de encontrar la fórmula, lo tenemos mal....
-¿Sabes Ana?, la felicidad, deberían de venderla en el súper por litros. Que uno se encuentra de bajón, abre la nevera y le pega un trago. Te sale algo mal en la oficina, un trago. Has engordado 3 kilos, un trago. Eso sí, como tengas mal de amores ya puedes ir llamando a fábrica directamente para abastecerte.
-No estaría mal princesa. ¿Abro un Pintia del 2011 que me han regalado?
-¿Ves que fácil es hacerme feliz?

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